sábado, 18 de febrero de 2012

QUÉ CAMBIÓ ?

Todo cambió, menos la escuela
Por Guillermina Tiramonti | Para LA NACION
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ME gustaría invitar a los lectores adultos a hacer el ejercicio de interrogar a hijos, nietos, sobrinos o cualquier chico o chica en edad escolar sobre qué aprenden y cómo aprenden en la escuela. Para hacerse una idea más acabada sobre el tema pueden solicitarles que les muestren cuadernos y carpetas en las que asientan su actividad escolar.
De sus respuestas y de la observación de los materiales de registro podrán deducir que, si bien hay cambios, los chicos de hoy aprenden de la misma forma que hace 60 años o más. Se sigue un programa con una secuencia lineal predefinida por el texto o el manual escolar; el chico copia frases, ilustra con dibujos o pega fotocopias provenientes de seudorrevistas pedagógicas que encuentran en el anacronismo escolar una inagotable fuente de recursos. Se trata de un modo de enseñar y aprender generado a la luz de una cultura que se ha transformado radicalmente en los últimos 40 años, sin que la escuela lo haya podido registrar.
Esto quiere decir que chicos y chicas de la generación post alfa, nacidos y criados en diálogo con tecnologías que, a través de la imagen, los sonidos y la palabras les dan acceso a todo aquello que pueden desear conocer, saber o experimentar, diariamente deben concurrir a un aula donde están obligados a hacer el ejercicio esquizofrénico de olvidar esa realidad.
Muchos de esos chicos han experimentado ya un modo fascinante de construir el conocimiento siguiendo el hilo de una investigación que pueden hacer por sí mismos a través de Internet. Saben que si la escuela los habilitara y los maestros los guiaran, el aburrimiento escolar podría transformarse en una entretenida aventura. Pero no es así, y la cotidianidad de la escuela les ofrece en cambio una fotocopia con espacios vacíos para rellenar, dibujitos para colorear, información para relevar en el manual, recortes para pegotear o la copia del pizarrón.
El lector podrá completar el ejercicio repasando los comentarios mediáticos de opinadores, expertos y habladores en general, que dicen que los chicos sufren de un síndrome de baja atención que no les permite concentrarse en la tarea escolar, o que hay problemas con las familias y los padres que no tienen suficiente autoridad como para obligar a sus hijos a soportar, sin generar conflictos, el ejercicio de la abstracción esquizofrénica que les exige la escuela.
Si el lector desea profundizar en el conocimiento del problema escolar, podrá seguir con la lectura y descubrir que, según muchos, el creciente malestar docente no proviene de la dificultad de enseñar como hace 70 años a chicos y chicas de hoy. Que esto no tiene que ver con la comprobación diaria de que el esfuerzo de enseñar de ese modo es un ejercicio inútil, ni con la impotencia que les genera a los docentes estar obligados a una práctica que los desgasta y mella su dignidad profesional, sino con una juventud perversa nacida en familias irresponsables.
Si en su indagación el lector llega a esta página, me siento en la obligación de informarlo de que el rey está desnudo y que pedagogos, expertos en educación, intelectuales y funcionarios del sector, seguramente por la vergüenza que nos da una desnudez de la que somos responsables, lo dejamos pasar sin señalarlo y levantamos el dedo acusador cuando algún espejo nos devuelve su imagen.
Quiero compartir con ustedes que no creo que las familias vengan defectuosas, que los padres carezcan de autoridad, que los chicos de hoy presenten fallas de aprendizaje. Por el contrario, se trata de padres, familias y jóvenes que son producto del mundo contemporáneo y, por tanto, disfuncionales para una institución que, abandonada por quienes deberíamos innovarla, persiste en una práctica antigua que sólo se puede sostener en el supuesto de un mundo que ya no existe.
© LA NACION.

TODO CAMBIÓ????...........

Educación / Diálogo con una experta norteamericana en capacitación docente

"El alumno debe ser el protagonista de las clases, no el maestro"
Lo afirma Tracey Tokuhama Espinosa, experta norteamericana en capacitación docente

Por Julieta Paci | LA NACION

Ver comentarios Tokuhama Espinosa propone un aula más dinámica y participativa. Captar la atención de un alumno es, hoy, uno de los mayores desafíos de un profesor. En la era de los video- juegos y de Internet, la capacidad de concentración del estudiante ha disminuido dramáticamente. Pero para la especialista norteamericana Tracey Tokuhama Espinosa hay una fórmula muy eficaz, que se resume así: "El alumno debe ser el protagonista de las clases, no el maestro".

Tokuhama disertó ayer en el VIII Congreso de Educación "Neuromotivación, un camino de verdadero aprendizaje", realizado en la Universidad del Salvador, en Pilar, donde formuló una serie de propuestas para que el docente no aburra a los estudiantes y multiplique la motivación en el aprendizaje. Si se quiere lograr ese objetivo, el alumno debe estar involucrado, debe participar, lo que obliga al profesor a dejar de lado, aunque le cueste, su papel de protagonista excluyente. Es decir, un drástico cambio de enfoque.

Para ilustrar mejor ese nuevo modelo, Tokuhama, que es especialista en capacitación docente y en motivación, suele recordar la historia de Rip van Winkle, que cuenta que un hombre se durmió en el banco de una plaza durante 100 años y, cuando despertó, notó que la mayoría de las cosas que él conocía habían cambiado. Observó sorprendido los supermercados, los bancos, los medios de transporte, y cuando llegó a la escuela sonrió: era lo único que se mantenía intacto. "Eso es lo que pasa hoy en muchas partes del mundo. La enseñanza es la misma y la estructura física es igual desde hace años", dice Tokuhama Espinosa, californiana de 48 años, profesora de Educación y Neuropsicología, autora de numerosos libros y publicaciones y directora de IDEA (Instituto de Enseñanza y Aprendizaje), durante un diálogo con LA NACION.

"En la mayoría de las escuelas de Estados Unidos y América latina el profesor entra al aula, expone sus ideas, las plasma en el pizarrón, reparte un par de ejercicios y espera que sean resueltos", explica, mientras asegura que este método data de siglos pasados.

"Hoy los chicos se aburren porque no son el centro de atención", añade la especialista norteamericana, sentada junto a su computadora, en la que almacena cientos de textos sobre el tema, de los más diversos autores. "Lo que sucede es que el foco está puesto en el maestro y no en el alumno, que es el que verdaderamente importa", afirma Tokuhama.

Para ella el problema radica en que se enseña en forma de cátedra y no se aprovecha la curiosidad de los jóvenes.

"Se necesitan debates, diálogos, interacción entre los alumnos, como alguna vez fueron las clases de Sócrates. Lo bueno es que el estudiante caiga en la cuenta de su propia ignorancia y se esfuerce para superarla. De nada sirve hacer cálculos de memoria y repetir textos que jamás podrán ser aplicados a la vida cotidiana", sostiene la educadora, que considera fundamental que la meta de los profesores sea crear pensadores críticos, que puedan resolver problemas de la vida real y no sólo dentro del aula.

Difícil competencia
Tokuhama, líder educativa mundialmente reconocida y especializada también en capacitación de maestros, con estudios realizados en las universidades de Boston y de Harvard, afirma que hoy, para cualquier chico, escuchar una clase de diez minutos resulta una eternidad.

"Los estudiantes están acostumbrados a los constantes movimientos de las cámaras de televisión, la agilidad, la rapidez, no soportan un discurso monótono. Ningún profesor puede competir con la televisión o un videojuego para captar la atención de un alumno. El mundo ha cambiado y debemos adaptarnos a él", grafica.

Aunque para la experta norteamericana la de maestro representa una de las profesiones más importantes dentro de la sociedad, ya que todos pasan alguna vez por sus manos, reconoce que ellos, últimamente, no son vistos con buenos ojos y que muchos docentes tampoco valoran su lugar. "El otro día una mujer se disculpó por ser maestra y por no tener el título de científica o médica", cuenta horrorizada.

La especialista explica que tal vez una de las razones por las cuales los docentes no sean bien considerados sea que a menudo se encuentran "profesores que no saben enseñar, que dictan lo mismo que hace 50 años, que no cuentan con las herramientas ni los conocimientos necesarios para hacerlo, que no se capacitan y, lo que es peor, que destruyen a los estudiantes con críticas poco constructivas".

Para Tokuhama, el alumno es una parte fundamental del aprendizaje, como un instrumento en una orquesta. "El maestro debe ocuparse de que todos funcionen juntos y debe sentirse feliz de que en medio de un par de violines aparezca un tambor, eso la enriquecerá y la convertirá en una gran obra", señala.

Convencida, aconseja que los profesores reflexionen luego de dictar sus clases, que se pregunten si han hecho las cosas bien, en qué han fallado, y que busquen nuevas formas de llegar a los alumnos para motivarlos, comprenderlos y evitar caer en la tediosa rutina.

Clase circular
Otro de los aspectos que destaca para lograr un mejor aprendizaje es la disposición del aula. Cuando hay filas de bancos el profesor es quien dicta la clase, controla y mantiene el orden, y los alumnos sólo escuchan. En cambio, cuando los asientos están distribuidos en semicírculo o en círculo, lo que se genera es muy diferente. De esta manera, los chicos pueden interactuar entre sí, al verse las caras, y las clases se tornan más dinámicas y participativas.

Consciente de que la tecnología no sólo ha modificado la vida cotidiana sino también las relaciones en el aula, la visitante destaca que "las personas son más importantes que las pantallas" y que los conocimientos que un joven puede adquirir gracias a los avances tecnológicos permiten que hoy muchos lleguen a clase sabiendo más que sus maestros.

"Hay una gran arrogancia por parte de los profesores: muchos no soportan que el estudiante pueda enseñarles algo. Es una verdadera pena que, más de una vez, lo desaprovechen en lugar de utilizarlo para enriquecer la clase", afirma, y añade: "El que se atreve a enseñar siempre debe estar abierto a aprender".

Para concluir, Tokuhama cuenta que ha dado conferencias por todo el mundo y que generalmente pide en sus charlas que los oyentes cuenten cuántos profesores memorables han tenido, porque, a su juicio, en la vida de una persona pasan alrededor de 50 docentes y que la mayoría recuerda con cariño entre cuatro y cinco, aproximadamente el 10%.

"Cuando pregunté en la Argentina algunos me llegaron a decir que no podían mencionar a uno. Los que sí lo hicieron explicaron que los recordaban por ser planificadores, organizados, bien instruidos, pero ninguno nombró cualidades que tuvieran que ver con los sentimientos. Y los profesores que uno nunca olvida son aquellos que alguna vez nos hicieron sentir que teníamos un gran potencial", concluye, sin ocultar su preocupación.